Historias

Regeneración alimentaria: tejiendo ecosistemas

La agricultura regenerativa ha capturado la atención global como una posible solución que revolucionaría la forma en que entendemos la producción agrícola.

Regeneración alimentaria: tejiendo ecosistemas

Por: Adriana Luna Díaz y Etienne Rajchenberg-Ceceña, del equipo de Tierra de Monte

En los últimos años, la agricultura regenerativa ha suscitado un gran interés en la industria, la academia y el mercado de consumo, posicionándola como la 'búsqueda del Santo Grial' dentro de este sector. Solo en Estados Unidos, se estima que su valor alcanzó los 47.5 mil millones de dólares en el año 2019.

No es de extrañar entonces que se esté gestando una narrativa en la cual la agricultura regenerativa puede ser una respuesta a todos los males del mundo. Sin embargo, a pesar de la gran recompensa que supuestamente está al final del arcoíris, la ola regenerativa se ha limitado a proyectos aislados, con alcances locales, en lugar de transformar las cadenas de valor. ¿Por qué?

Existen dos hipótesis principales al respecto. La primera es que su capacidad productiva sigue siendo limitada, al menos en el corto plazo. La segunda, igualmente frecuente, es que, aunque eventualmente ofrece rentabilidades atractivas, inicialmente requiere una inversión. En ambos casos, el temor a perder competitividad y fuentes de empleo ante una promesa futura incierta es un factor determinante.

A pesar de ello, estas hipótesis han quedado vacías ante el peso de la evidencia: incrementos en la rentabilidad de más del 40% en un solo ciclo, mejoras en los rendimientos de hasta un 50%, y reducción de costos de hasta un 60%, sin mencionar los cambios dramáticos en la huella de carbono, la huella hídrica y el respeto por la biodiversidad.

Aunque este enfoque no siempre es aplicable a todos los proyectos, es evidente que la opción existe y es tecnológica y económicamente viable, así como significativamente más rentable.

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre los proyectos que se ajustan a las dos primeras hipótesis y aquellos que no? En nuestra experiencia, la perspectiva. Es decir, el problema no está en la técnica, sino en la epistemología que la sustenta.

La industrialización de la agricultura y la globalización de los mercados han desvinculado a las personas del origen de sus alimentos. Al estar tan lejos, hemos perdido la perspectiva, la observación y la empatía. En lugar de comprender y valorar el delicado equilibrio que mantiene los ciclos naturales, hemos intentado controlarlos, subestimando su complejidad y reemplazando la fertilidad, integral y duradera, por soluciones artificiales inmediatas.

Es posible que no se nos ocurra siquiera hacer las cosas de formas diferentes porque hemos perdido la información de esas otras rutas de solución. La “serie” de prácticas de sustitución de insumos o de incorporación de materia orgánica como un “one fits all”, sigue esa misma lógica, y fuera de contexto, no tendrán los efectos que buscamos si no se integran a los mecanismos biológicos que son los que nos pueden dar las respuestas más efectivas, rentables y a largo plazo.

Por lo tanto, una intervención que no tome en cuenta esto, en realidad no es regenerativa, sino solo una enmienda más.

Precisamente, la Agricultura Regenerativa - en mayúsculas para hacer honor a su fama - debe considerar todo el entramado de actores, humanos o no, que se involucran en el proceso productivo. De esta forma, cambiamos la perspectiva de producción de plantas por una de reproducción de condiciones vitales en las que los cultivos prosperen.

En este sentido, no se trata simplemente de reemplazar soluciones químicas inmediatas por soluciones biodegradables inmediatas, sino de trabajar a favor de los principios energéticos naturales que, cuando se ponen en marcha, no solo son poderosos, sino también gratuitos.

La promesa agrícola de esta corriente radica precisamente en eso: si nos entendemos como parte de un flujo y aprendemos a insertarnos en él, podemos aprovechar la fuerza del ecosistema a favor de la producción. No hay por qué no extender esta lógica en toda la cadena para reconectar incluso con nuestras raíces culturales, cuyo legado incluye también el uso de ingredientes, así como los manejos que aprovechan la inercia vital del lugar y la colaboración con otras personas y otras especies para generar abundancia.

El objetivo de la Agricultura Regenerativa, por tanto, no se limita a regenerar suelos y ecosistemas, porque esto sería imposible sin regenerar también la dinámica social que depende literalmente de ellos. Se trata de transformar y sanar relaciones que, a su vez, transformarán y sanarán industrias, modos de producción y comunidades enteras en una Regeneración Alimentaria completa.

Aunque parezca distante, no es nada que no haya ocurrido antes. Los paraísos naturales más reconocidos, como la Amazonía o la Selva Lacandona, son testigos y evidencia de la interacción armoniosa de nuestra especie con los demás seres vivos y las condiciones fisicoquímicas del planeta. No son construcciones humanas, sino inmensas obras colectivas en las que los humanos participan en la generación de más vida.

Hoy, la obra más grande que podemos construir es un legado. Puede ser nefasto o promisorio. La tecnología, aunque valiosa, no resolverá todos nuestros problemas, y hoy en día, cuando la agricultura regenerativa muestra su eficacia y rentabilidad – implementada bajo la óptica que se mencionó antes -, se nos ofrece una verdad desnuda: decidir por la producción extractiva ya no tiene como pretexto la rentabilidad. 

Si optamos por continuar con la destrucción de lo que nos queda, debemos encontrar argumentos más sólidos que la rentabilidad a corto plazo. Sin embargo, no es ahí donde queremos poner nuestra energía. Podemos aprovechar nuestra creatividad y sabiduría para construir un futuro más próspero y en armonía con nuestro planeta.

Tierra de Monte es una Empresa B comprometida en hacer de la agricultura una fuente de bienestar y libertad. Utilizan tecnologías innovadoras y productos biológicos para transferir la riqueza de la tierra, aumentando la productividad y calidad de los cultivos, al tiempo que contribuyen a la regeneración del medio ambiente.

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